Nuestras raíces

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Somos una congregación religiosa que fue fundada en 1800 por Santa Magdalena Sofía Barat en Francia, una congregación internacional que hace presencia en los cinco continentes, 41 países. La diversidad para nosotras es vivir el Evangelio de manera encarnada en la historia.

Las expulsiones de Francia, hicieron posible la llegada a Colombia de la semilla sembrada por Magdalena Sofía. Cuando el general Reyes quiso traer una Congregación educadora escogió la Congregación del Sagrado Corazón a quien se le cerraban las puertas en el viejo continente.
El árbol de la Congregación, extendió sus raíces y ramas, siendo fiel a la intuición de Santa Magdalena Sofía, quien en 1835 dijo: “Los tiempos cambian y nosotras debemos cambiar con ellos”…

El Vaticano II llevó a cambios inusitados. Las comunidades se situaron en zonas rurales viviendo en inserción. Allí aprendimos y desaprendimos. Vivimos la riqueza y alegría de las casas de puertas abiertas y corazones abiertos.
Agradecemos tanta vida entregada, tanta vida compartida, tanta vida recibida, y que el Carisma y la Espiritualidad de la Congregación siga acompañando el caminar de mucha gente, comunidades y pueblos con quienes caminamos y compartimos los sueños, alegrías, tristezas y esperanzas…
Tanto ayer como hoy, muchos hilos se han tejido para que la provincia de Colombia siga viva con nuevas llamadas, nuevos retos y nuevos desafíos.
Queremos responder a estas realidades, junto con otras y otros, con la certeza de que las semillas del Reino que están presentes en nuestra historia fortalecen, dinamizan y renuevan nuestro compromiso con la vida, con la justicia, la paz y el cuidado de la creación como expresión del descubrir y manifestar del Amor de Dios.

«Desde nuestras raíces el Espíritu nos ha impulsado a responder a las llamadas del mundo. “En este momento de la Congregación y en un mundo que nos llama a renovar nuestro compromiso con los pobres, con el cuidado de la creación, y con la causa de la justicia, nos sentimos llamadas a ser mujeres con una profunda experiencia del amor de Jesús”
Seguimos “Ahondando y recreando nuestro ser de Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús en tres dimensiones fundamentales de nuestra vida:
La comunidad, la vida interior y una vida sencilla»

Misión

“Para contemplar este Corazón no tenemos que apartar nuestra mirada de la tierra, morada del Dios vivo. Cristo está ahí escondido en el corazón del mundo, donde lo ha sepultado su muerte y de donde surge su vida de resucitado, invadiendo poco a poco la historia. Está ahí en esa esperanza inconsciente que trabaja a toda criatura, presente en el esfuerzo de los hombres y mujeres para construir un mundo justo y fraterno. En esta humanidad, de la que ha compartido el miedo, la soledad, el amor, debe manifestar su Gloria.

En lo más hondo de nuestra vocación resuena hoy, esta llamada a contemplar el Corazón de Cristo a través del corazón traspasado de la humanidad y esta unión y conformidad con Jesús nos compromete a una inserción en el mundo más parecido a la suya en cercanía y disponibilidad, “Tened en vosotros los mismos sentimientos que tiene Cristo” (Capítulo 1970).

“Tened en vosotros los mismos sentimientos que tiene Cristo” (Capítulo 1970).

Espiritualidad​

La Sociedad del Sagrado Corazón, para responder a la llamada de la Iglesia después del Vaticano II, ha recorrido un camino de renovación, en fidelidad al carisma fundador. Este carisma, recibido por Santa Magdalena Sofía, ha dado a la Congregación que ella fundó, una fisonomía propia:

Un fin: La Gloria del Corazón de Jesús.

Una misión: Descubrir y Manifestar Su Amor.

Una espiritualidad: La Unión y Conformidad con el Corazón de Jesús en disponibilidad al Espíritu.

Un servicio de Iglesia: La Educación.

ROSA FIPINA DUCHESNE

Filipina fue bautizada el 8 de septiembre de 1769. Era la segunda de 8 hermanos. Su hermana mayor murió a los 11 años, cuando Filipina tenía 9. A los tres años tuvo viruela. Siempre vivió en una casa que compartían con sus primos, los Periers. Las familias Duchesne-Perier tenían en total 20 niños. 4 tías, 1 prima y después 1 hermana, entraron a la Orden de la Visitación, fundada por Santa Juana Francisca de Chantal. En 1788, a los 19 años, Filipina entró también en ese monasterio.

En 1792, el monasterio fue cerrado a causa de la  Revolución francesa. 1793-1804: 11 años de incertidumbre en la vida de  Filipina, fuera del monasterio (desde los 24 a los 35  años de edad).

En esa época, Filipina hace una promesa y una petición a San Juan Francisco Regis sj (1597-1640), para que le ayuda a recuperar y volver al monasterio.

Filipina entonces trabajó con los niños de la calle, los huérfanos y sin escuela que dejaba la Revolución. Ellos son quienes le ayudan luego a volver al monasterio Santa María el 14 de diciembre de 1801.

Pero el sueño hecho realidad no prosperó tan rápidamente. Las monjas que se habían dispersado hace 10 años no podían o no estaban dispuestas a volver. Filipina era impetuosa, impaciente y generosa, tenía muy claro lo que quería y el tipo de vida religiosa que quería vivir. Estaba llena de energía y entusiasmo, era idealista y creativa. Tenía una profunda fe en la voluntad de Dios, aunque no sabía cuál era para ella.

Después de seis meses de espera, Filipina se encuentra con Sofía Barat el 13 de diciembre de 1804.

Sofía, diez años más joven, llama a Filipina “querida hija”. Entre ellas crece una amistad muy fecunda, marcada por la fidelidad, el respeto y la mutua admiración en su compromiso con el Evangelio. A los dos años de este encuentro, Filipina comienza a hablarle a Sofía de su vocación misionera y, ante Jesús, hace el sacrificio de desprenderse de su convento de Santa María (10 de enero de 1806). Le encanta rezar por la noche, hacer vigilias, a pesar de que Sofía se lo prohíbe.

La travesía a América. Habían planeado viajar en la primavera de 1818, pero parten antes debido a que un sacerdote, Martial, se ofreció a viajar con ellas. Salen de la Casa Madre en rue des Postes, París, el 8 de febrero de 1818, y se dirigen a Bordeaux (Burdeos), ciudad portuaria que da al Atlántico, al sudoeste de Francia. Zarpan desde Burdeos en el barco “Rebecca” el 21 de marzo y llegan a Nueva Orleans el 29 de mayo de Pat Reid, RSCJ 1818.

En Nueva Orleans son recibidas por las ursulinas, con quienes pasan 6 semanas recuperándose de los más de dos meses de viaje en el Rebecca El viaje por el Mississippi arriba lo hacen en un barco a vapor y dura otras 6 semanas (40 días) desde Nueva Orleans hasta San Luis.

La describían como una mujer alta, de ojos azules, con algunas marcas de la viruela que tuvo de niña aun en su rostro. Podía leer, escribir y comprender bien el inglés, pero no hablarlo tan bien. Era una persona animada y amable, entretenida en los ratos de recreación comunitaria. Necesitaba dormir muy pocas horas… Había sido marcada por una espiritualidad que aún conservaba la penitencia física y la relación de negociación con Dios. Entendía su misión como salvación de las almas y vivió en un contexto y tiempo donde los prejuicios culturales y de clase se imponían.

En 1840, Filipina deja por fin de ser superiora y, sintiéndose libre para hacer lo que tanto quería, pidió ir a la misión que había comenzado entre los indios Potawatomi. Allí estuvo entre 1841 y 1842, en Sugar Creek, Kansas.

Ellos la llamaron “la mujer que siempre reza”.

En 1842, ya de 73 años de edad, vuelve a St. Charles donde pasará los últimos 10 años de su vida.

Filipina muere el 18 de noviembre de 1852

Es beatificada el 12 de mayo de 1940 y canonizada el 3 de julio de 1988.

MATER ADMIRABILIS

Historia de Mater

En 1844, una generación después de que la Sociedad del Sagrado Corazón fuese fundada, Pauline Perdrau, una joven novicia, se encargó de pintar un fresco de la Virgen María en una pared en un área recreativa del convento de Trinità dei Monti en Roma.

Cuando era niña, Pauline había tenido un vestido rosa, por lo que optó por pintar a María como una mujer joven con un vestido de ese color en lugar de la tradicional Madonna en azul. El lirio al lado de María representa la pureza, (hasta 1846 el fresco se denominó La Madonna del Lirio), la rueca y el huso, su amor al trabajo y el libro, su dedicación al estudio. Por desgracia, aunque Pauline se puso de lleno a su tarea, su falta de experiencia con la técnica del fresco no produjo la hermosa pintura suave que ella esperaba. Cuando la madre superiora lo vio, dijo que los colores eran muy brillantes y audaces, e inmediatamente mandó cubrir el cuadro con un gran trozo de tela. Así permaneció hasta que años más tarde, el 20 de octubre de 1846, el Papa Pío IX, al visitar el monasterio y viendo la imagen exclamó: «Verdaderamente es Mater Admirabilis», título que ostenta hasta este día.

Hay una estatua y / o la imagen de Mater en cada una de los colegios del Sagrado Corazón. La Iglesia celebra su fiesta el 20 de octubre, día de fiesta para los alumnos, alumnas, las religiosas del Sagrado Corazón, sus compañeras y amigos.

Aquí toda la historia.

Este carisma, fuerza de unidad y continuidad, sigue siendo hoy fuente viva de inspiración y renovación. (Texto elaborado en el capítulo 1982).